sábado, 7 de julio de 2012

Capítulo 2 - The Ballad of Mona Lisa - (Panic! at the disco)



(¿?)
-¡Cuidado con eso! Es delicado – exclamó el chico mientras ayudaba a bajar sus maletas con la ayuda de otro hombre.
-Si no pesaran tanto alomejor podría bajarlas bien – se quejó el señor mientras depositaba el equipaje con cuidado en el suelo.
-De todas formas, gracias – agradeció amablemente el joven, pero el hombre ya se alejaba con paso rápido mientras farfullaba por lo bajo. El chico meneó la cabeza negativamente.
La gente de allí era muy antipática, ¿Qué les pasaba a las personas de aquella ciudad? O alomejor era él, que se estaba volviendo demasiado paranoico. Acababa de volver de Alemania y ya lo echaba de menos. Aunque por otra parte, la oferta que le habían hecho había sido muy tentadora.
Dirigió la última mirada al tren, que le había llevado desde el aeropuerto hasta Glasgow, y se encaminó hacia la salida de la estación. Aquello era un mar de gente yendo de un lado para otro, con maletas para subir al próximo tren hacia Londres, o esperando a que llegara algún ser querido. Pero a él no le esperaba nadie. Ya había hecho una rápida visita de cortesía a su padre, que casualmente estaba en Londres por negocios, aunque en realidad vivía en Landfield.
Al llegar a la puerta un enorme coche negro ya le estaba esperando para marcharse. Un hombre que vestía un traje negro con finas rayas blancas y un sombrero apoyado en el capó del vehículo, con los brazos cruzados. Al verle se incorporó rápidamente y fue hacia él.
El chico reprimió un temblor que le recorrió toda la espalda, aquel señor de sombrero que se le acercaba le recordaba al típico mafioso de las películas antiguas.
-¿Es usted el señor…?
-¿… propietario del coche? – terminó la frase el chico. – Si, lo soy – cogió el carnet de su bolsillo y lo mostró.
-De acuerdo – dijo el otro hombre cuando terminó de revisarlo todo. – Aquí tiene las llaves. Que pase un buen día – Dijo el hombre con un movimiento de sombrero mientras se alejaba.
Una vez estaban las maletas guardadas, arrancó el coche y se dirigió hacia su destino. Todavía le esperaban unas cuantas horas de conducción hasta llegar a Bänon, un pequeño pueblecito perdido. Era tan pequeño que incluso en algunos mapas no aparecía.
Se lo había pensado mucho antes de tomar la decisión, pero al final había aceptado la propuesta de trabajo. Además, acababa de terminar sus estudios de magia elemental y para cualquier estudiante que hubiera acabado la carrera, era una oportunidad muy buena. Aun así, estaba un poco nervioso, ya que nunca antes había dado clases a nadie y más si era tan en serio. Tenía ganas de llegar para poder reconocer mejor el terreno y ver a lo que se enfrentaba. A él le gustaba tener todo bajo control.
Cinco horas más tarde entró en Bänon. Nunca había estado allí, pero muchos conocidos le habían mencionado que el pueblo era bastante bonito. Y tenían razón. Todos los edificios tenían pinta de haber sido construidos en la época medieval, pero restaurados. La piedra de las casas era grande y gris, para que el frio nos e filtrara dentro. Las calles estaban todas adoquinadas y trocitos de musgo nacía de entre los espacios que había entre piedra y piedra. Las plazas estaban llenas de vida, con alegres habitantes que seguramente se conocía de toda la vida. Los alrededores de la ciudad estaban llenos de verdes bosques y campos ricamente cultivados. Pasaron por mitad de una plaza donde había colocados un montón de puestecitos donde vendían de todo, debía de ser el mercado. Señoras mayores vendían pequeñas florecitas echas en barro, señores gritaban el precio de la fruta y los niños gritaban y jugaban, mientras corrían de un lado a otro. Era todo muy acogedor, a pesar del frio que hacía.
Sin lugar a dudas aquel pueblo tenía un encanto muy especial, era la mezcla perfecta entre la arquitectura antigua, la gente feliz y hogareña pero a la vez contaba con modernidades: cine, discotecas, pubs, tiendas de todo tipo…
El joven tiritó y se envolvió mejor en su abrigo. Decidió que lo mejor que podía hacer sería pedir indicaciones.
Cuando le indicaron amablemente por done tenía que ir, tardó unos diez escasos minutos en llegar. Si hubiera sabido que era allí, no habría preguntado; ya que el edificio se veía desde cualquier parte del pueblo. Era un imponente castillo de piedra gris, tan grande como el pueblo entero. La verja de las murallas estaba abierta, así que siguió avanzando por el sendero de gravilla hasta llegar a los aparcamientos. Después de coger sus maletas se dirigió hacia la enorme puerta principal de madera. Más arriba, en la fachada, había unas enormes letras de aspecto antiguo, como todo allí, en las que se podía leer: “Hollow Castle”. Más abajo estaba inscrito el escudo del colegio, un sol, una luna, y justo debajo, en medio de los dos astros, una flor de loto flotando sobre tranquilas aguas. Aquel castillo era realmente imponente, pero se armó de valor y llamó a la puerta. Segundos después, por ella apareció una mujer de cabellos negros y sonrisa amable.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes – saludó cordialmente la mujer – Usted debe ser el nuevo profesor de magia elemental, ¿me equivoco?
-En absoluto – sonrió amistoso el joven.
-Pues en ese caso, encantada. Soy la profesora Purewise y ¿usted se llama…? – Preguntó la señora con voz afable y entrecerrando los ojos.
-Llámeme simplemente profesor Zero.
-De acuerdo, no se quede ahí en la puerta. Entre – le invitó mientras se hacía a un lado para que pudiera pasar.
-Ah, las maletas… - se giró con intención de cogerlas.
-No se preocupe – dijo la profesora. Y con un simple chasquido de dedos hizo desaparecer el equipaje. Las he enviado a su nueva habitación.
Zero solo asintió con la cabeza y entró. Lo primero que le llamó la atención del hall fueron las dimensiones de este. Era un espacio enorme. El suelo era de un brillante mármol, las paredes como todo el castillo, de dura piedra gris, con grandes candelabros que iluminaban los pasillos. Cuadros de antiguos directores y fundadores del colegio se abrían paso a través de las grandes ventanas apuntadas y decoradas con diversas vidrieras. El techo era muy alto, todo ocupado por decoración de candelieri en todos dorados. Justo en el cendro colgaba una enorme lámpara de araña hecha de puro cristal, que iluminaba por completo la sala con brillos color iris. Justo en frente, una gran escalera que ocupaba casi todo el espacio.
-¿Quiere que le enseñe el resto del colegio? Así no tendrá problemas para encontrar mañana por la mañana su aula – se ofreció amablemente la mujer.
-Desde luego – contestó Zero, que seguía embobado viendo el gran hall.
Siempre le había gustado la historia del arte, y más si se trataba de edificios. Cuando tenía tiempo le gustaba viajar por diferentes ciudades y ver sus edificios y museos. Lo que más le gustaban era el palacio de Versalles, en especial la sala de los espejos, y Saint Chapelle.
El hall del colegio le recordó un poco a esta última, por la gran iluminación que tenía.
-Aunque primero deberíamos ir al despacho del director. – dijo la profesora Purewise como si acabara de acordarse. – Dijo que en cuanto llegara quería verle.
  • Se dirigieron hacia el ala oeste del castillo, por el gran pasillo que se encontraba decorado por antiguas y relucientes armaduras a uno y otro lado. El techo del pasillo estaba decorado con bóvedas de medio cañón cuatripartitas, con dibujos de estrellas simulando el cielo. El chico no paraba de mirar todo fascinado. Cada vez se alegraba más de haber aceptado aquel trabajo. De repente se dio cuenta de que alguien le observaba, cuando miró, vio que la profesora Purewise le miraba de reojo.
-Veo que le gusta mucho todo esto, - comentó mientras señalaba todo el pasillo – por la cara que pone.
-La verdad es que sí – admitió mientras se ponía rojo. Seguramente había tenido la boca abierta como un estúpido todo el trayecto.
-Precisamente ha habido reformas por todo el colegio, en especial en éste ala – comentó mientras lanzaba un hechizo a una armadura que estaba apunto de echar a andar – No se si estará informado de lo que sucedió aquí.
-Si, por supuesto – asintió enérgicamente con la cabeza – fueron atacados por miembros de aquella organización.
-Así es. Aquí precisamente es donde nuestra antigua directora, la señora Agnes Firesoul fue asesinada - se veía que la profesora no había acabado de asimilarlo del todo – Pero basta de hablar de muertes, nadie por aquí quiere hablar de lo ocurrido, y le recomiendo que no saque nunca este tema. Muchos maestros y alumnos murieron y los compañeros y familiares e muchos de los difuntos siguen en este colegio. Lo único que queremos todos es seguir con nuestra vida, como tiene que ser.
-Lo entiendo perfectamente – musitó Zero.
Sabía que un tal Alan había irrumpido en el colegio con personas a su servicio, formando una verdadera masacre. Lo que ignoraba eran las causas del por qué hizo semejantes cosas.
-aunque creo, - dijo entonces la mujer intentando cambiar de tema – que usted tiene algún familiar en Hollow Castle ¿no es así?
-El caso es que… - empezó Zero, pero no le salían las palabras. Hacía mucho que no veía a ese “familiar”, tenían muy poca relación, y no sabía si algún día se lo podría perdonar…
-Tienen un parecido muy grande – Dijo con ojos brillantes, pero acto seguido cambio de actitud Ya hemos llegado – Llamó a la puerta con golpecitos suaves, y del otro lado de la puerta se escuchó un suave pero firme “adelante”.
La sala que había al otro lado era circular. Las paredes estaban llenas de estanterías y documentos. Un gran cuadro de una mujer mayor estaba justo en el centro. En la parte baja rezaba: “Agnes Firesoul”. La antigua directora tenía un aspecto severo.
Ocupando todo el suelo, había una gran alfombra de colores cálidos que parecía hecha artesanalmente. El centro lo ocupaba un gran escritorio de puro roble, lleno de papeles. Un señor estaba sentado detrás de éste mientras escribía algo.
Al entrar, el señor paró de escribir y se levantó para recibir a los invitados.
-Buenas tardes señorita Purewise – saludó alegremente – veo que trae compañía – siguió mientras dirigía una curiosa mirada a Zero.
-Buenas tardes señor director. Él es el nuevo profesor de magia elemental. Acaba de llegar.
-¡Ah! En ese caso, encantado – exclamó el director mientras se acercaba y le estrechaba la mano.
El director era bajito y algo rechoncho. Con pequeños ojos marrón oscuro, entradas en el pelo y cara de bonachón.
-Igualmente – le devolvió el apretón de manos – puede llamarme solo Zero.
-¡Muy bien! ¡Muy bien! – El director parecía emocionado – me gusta esa confianza. Mi nombre es Borys Cole, pero llámame Borys.
-Pero señor director… - Empezó Purewise ligeramente abochornada.
-Calle calle, - le soltó el director mientras agitaba la mano de forma cómica. Zero sonrió divertido – Ya le dije mil veces que no quería que me llamara de usted y sigue haciéndolo – Y después miro a Zero – Por fin he encontrado a alguien que me hace caso en este colegio.
La señorita Purewise puso los ojos en blanco pero no dijo nada más.
-Por favor Zero, siéntese. Tiene que firmar unos documentos – le invitó.
Zero cada vez más cómodo, obedeció y se sentó en una silla que había frente al escritorio. El director le dio varios papeles y una pluma. El joven los leyó con detenimiento.
-Ya sabe – habló el director restándole importancia – es para firmar que se compromete a enseñar en este colegio y a no decir ninguna información confidencial que salga de aquí.
-Claro – con unos suaves movimientos de muñecas gravó su firma en todos los papeles.
-Muy bien. Pues ya es oficialmente profesor de Hollow Castle. La señorita Purewise le enseñará el colegio y le llevará hasta su habitación. Nada más.
-Gracias por todo – dijo Zero mientras se dirigía hacia la puerta seguido de la señorita Purewise.
El director le dirigió una última sonrisa amistosa antes de que la puerta se cerrara. Ahora en el pasillo había un absoluto silencio. Sólo se oía el eco de algún sonido muy lejano. La profesora Purewise, que todavía tenía las mejillas ligeramente rojas por la pequeña discusión con el director, habló rompiendo el absoluto silencio.
-Sera mejor que le enseñe el centro de una vez por todas.
El primer sitio donde fueron era la sala de profesores, como nuevo profesor tenía que conocer a sus compañeros. Zero solo esperó que no se parecieran demasiado a Purewise, tan formal y fría. Resultaron ser todos muy agradables y simpáticos, a excepción de la hermana de Purewise. La profesora Agatha Proud, que enseñaba teoría de la magia negra. Era igual que ella, tanto e el carácter como en el físico, aunque la única distinción que tenían era su pelo blanco en lugar de negro. También conoció al profesor Tsukushi, profesor de defensa personal y escriba, a Theodora Greengros de Herbología y a Adrómeda Morgenstern que impartía las clases de astronomía.
-Los demás profesores estarán en sus dormitorios – explicó el profesor Tsukushi con jovialidad. –Estamos todos muy liados preparando los temarios para todo el mes.
“¿Para todo el mes?” se preguntó Zero. El nada más saber que estaba contratado en el colegio había terminado haciendo los temarios para todo el año. Calculando con total minuciosidad todas las clases, cualquier detalle, Siempre había sido así de perfeccionista.
Después de la pequeña visita a la sala de profesores la señora Purewise prosiguió con su “visita guiada”. Recorrieron de cabo a rabo todo el edificio.
-El colegio consta de cuatro plantas, contando la de abajo – Explicaba mientras andaban presurosos por los vacíos pasillos. – En la sala oeste está la enfermería, éste es el ala este. El comedor está pasando por las puertas que hay al lado de las escaleras. Esto son los dormitorios de los alumnos, a la derecha los chicos y a la izquierda las chicas. En la segunda planta tenemos la mayoría de las aulas, la suya es esa que hay ahí – dijo señalando la que había a la derecha, una de las mas grandes – Por aquí la sala de ordenadores. En la tercera planta el gimnasio, la sala de música, la biblioteca. Y en la cuarta, el aula de astronomía y el salón de actos…
Cuanto más le explicaba, menos se enteraba de donde estaban las cosas. Lo único que había conseguido memorizar es donde se encontraba el despacho del director. La sala de profesores y su aula. Por el momento con eso se quedaba conforma. Ya iría conociendo todo poco a poco.
-… Y por último – habló la profesora parándose al lado de una puerta de la tercera planta – aquí está su dormitorio. Espero que sea de su agrado.
-Muchas gracias señora Purewise – Dijo Zero educadamente.
-No hay de qué. Espero que pase una buena noche profesor. Mañana le espera su primera clase. –Dijo mientras sonreía levemente – Si quiere un consejo, tiene que tratar a los alumnos estrictamente desde el principio, sino no le tomaran en serio. Buenas noches.
Y dicho esto se marchó tranquilamente.
-Gracias por esas palabras. Ahora me siento mucho más tranquilo – murmuró Zero irónicamente.
Abrió la puerta de su nuevo cuarto y entró. Era un amplio espacio circular (estaba en uno de los torreones del castillo), con amplias ventanas por donde pasaba la frágil luz de la luna. Tenía una gran cama en la parte izquierda con dos mesillas de noche y un amplio armario donde estaba colocada ordenadamente cada una de su ropa. Al lado había una gran estantería llena de libros, algunos de ellos suyos. También había una pequeña chimenea encendida que calentaba la habitación. A la derecha se encontraba un sillón y una televisión de pantalla plana. Para finalizar había otra puerta que conducía a un pequeño baño. Todo tenía un aspecto muy acogedor.
Hasta que no entró en la habitación no se había dado cuenta de lo cansado que estaba. El viaje en avión, en tren, después en coche y todo el recorrido por el castillo le habían dejado agotado. Ahora lo único que quería era tumbarse en la cama y dormir el resto de la noche.
Se puso el pijama y se acostó. A los pocos segundos se quedó dormida profundamente.
A la mañana siguiente se despertó sobresaltado. El despertador no había sonado y se había quedado dormido. Era el primer día y ya llegaba tarde. Perfecto. Salió de un salto de la cama y se dirigió directo a la ducha, después se miró al espejo para ver si iba decente. Se había puesto unos simples pantalones vaqueros y una camisa blanca por fuera de estos. No era una ropa muy formal, pero solo tenía apenas 25 años y tampoco iba a vestir como un hombre a los cuarenta.
Por ultimo se atusó su pelo liso plateado, se echó colonia y se puso los zapatos. En ese momento sonó el ultimo timbre que avisaba de que las clases estaban apunto de comenzar. Cogió a toda prisa su bandolera con papeles dentro y salió de la habitación pitando. Mientras corría por los pasillos intentaba acordarse de cual era su aula.
“Segunda planta, aula de la derecha, segunda planta, aula de la derecha” – Se iba repitiendo mentalmente.
Cuando por fin llegó estaba al borde de una taquicardia. Ahí dentro había cuarenta adolescentes esperando a su profesor, esperándole a él… Sacudió la cabeza para apartar esos pensamientos, no podía ponerse nervioso ahora. Cogió aire una última vez, abrió la puerta con decisión. Nada mas entrar empezó a avanzar por el pasillo principal de la clase.
La sala era amplia, al fondo había un gran escritorio con una pizarra electrónica justo detrás. Al lado había plantada en una maceta, una gran mata de “hijas de Danna” En la pared de la derecha se abrían paso unos grandes ventanales por donde pasaba la luz solar, en la izquierda varios cuadros y mapas. A su derecha e izquierda, sentados en pupitres había chicos y chicas siguiéndole con la mirada, sus caras denotaban interés y expectación.
-Siento el retraso – se disculpó intentando que la voz le saliera tranquila y segura.
Cuando llegó hasta el escritorio dejó su bandolera encima. En vez de sentarse en la silla, se dio la vuelta para ver a toda la clase y se apoyó sobre el escritorio.
-Espero que no haya faltas de asistencia para profesores – bromeó para ganarse a los adolescentes debías ser simpático pero autoritario. Debías acercarte a ellos. Y funcionó. Ante esta pequeña broma la clase le correspondió con risas.
-En fin, me presentaré. Me llamo Zero y soy vuestro nuevo profesor de Magia elemental. Espero que nos llevemos bien, porque vamos a pasar una buena temporada juntos. – Dijo sin vacilar mientras guiñaba un ojo.
Unas chicas que se sentaban en la primera fila empezaron a reír tontamente mientras jugaban con sus cabellos.
-Muy bien. Empecemos la clase – Recogió su mochila, y buscó en ella los papeles donde tenía escrito los planes para ese día. – Para hoy había pensado dar un breve repaso… - De repente paró de hablar. Se quedó de piedra. El plan para esa clase… no estaba… seguramente se lo habría dejado en la habitación. Maldijo en silencio. ¿Por qué hoy todo tenía que salirle mal? Precisamente ese día. Se volvió hacia la clase sonriendo para que no se le notara que había metido la pata y dijo - ¿Sabéis que? Hoy no haremos nada.
Los alumnos se quedaron sorprendidos ante la feliz noticia, para ellos, y empezaron a murmurar los unos con los otros entusiasmados.
-En lugar de dar clases – dijo elevando la voz para centrar la atención de todos – nos conoceremos un poco los unos a los otros. Seguramente muchos de vosotros ya os conocéis del año pasado, pero hay gente nueva, en lo que por cierto me incluyo, que no os conoce mucho.
Todos miraron asintiendo obedientemente. Seguramente hacían cualquier cosa por no dar clases, incluso hacer puenting. Los estudiantes eran así y Zero lo sabía muy bien, ya que hace poco él también lo había sido.
-Bien, creo que empezaré por mí, ¿Tenéis alguna pregunta que hacerme? – Más de la mitad de la clase alzó la mano – Veo que tenéis curiosidad por mí. De acuerdo, tú – Dijo señalando a un chico muy moreno de pelo corto.
-Usted no es de aquí, porque en el pueblo nos conocemos todos. ¿De donde viene?
-Antes de contestar a la pregunta, me gustaría pediros por favor, que no me llaméis de usted. Ne suena como si fuera un viejo – todos empezaron a reír – Y contestando a la pregunta vengo de Alemania, aunque en realidad soy naturalmente de Landfield.
-¿Y que hacías en Alemania? – Preguntó alguien
-Estaba terminando mis estudios de magia elemental.
-Entonces, eres muy joven ¿Cuántos años tienes?
-25 años. Aunque como os acabo de decir he terminado mis estudios…
-¿Tienes novia? – Preguntó de pronto una de las chicas de la primera fila. Todos rieron por aquella pregunta
-Vale, creo que esa es personal, pero ya que es el primer día lo contestaré. No, no tengo novia.
Un murmullo recorrió toda la clase mientras todos sonreían.
-Y antes de que me preguntéis si quiero salir con alguna de vosotras – Bromeó mientras miraba a las chicas de la primera fila, que reían histéricamente, al borde de la hiperventilación. – Os preguntaré yo a vosotros. Quiero conoceros un poco, o al menos vuestros nombres.
Se pasó el resto de la hora, preguntando los nombres y que les gustaría hacer después de graduarse a todos los alumnos, también les preguntaba cuales eran sus afinidades y sus clases favoritas. Preguntó a cada uno de ellos hasta que solo le quedó una alumna por interrogar.
Había estado observando durante toda la clase. Se sentaba en la última fila, sola, sin compañeros al lado. Observaba por la ventana con la mirada ausente. Lo que más llamaba la atención de ella era su larga melena negra y rizada. Además de sus grandes ojos color plateado. Le había llamado la atención aquellos ojos que muy pocos tenían. Por una parte eran cálidos como el fuego, pero por otra, fríos y duros como el metal.
-Y tú ¿Cómo te llamas? – Intentó captar su atención pero estaba completamente en otro mundo. Una chica rubia llamada Helena tuvo la amabilidad de llamarla. La chica al escuchar que la llamaban pareció volver en sí, y prestó atención. Zero le volvió a preguntar mientras sonreía amablemente.
-Me llamo Alana Firesoul – respondió la chica con seriedad. Aquel apellido le sonaba de algo, pero no se acordaba…
-Muy bien Alana, ¿Qué te gustaría hacer en el futuro?
-Pues la verdad es que me gustaría seguir viva – contestó mirándole a los ojos.
Al principio Zero pensó que se trataba de una broma, pero ningún estudiante rio. Por el contrario, todos la miraban serios y con un atisbo de tristeza en la mirada.
-¿Qué…? - intentó decir pero la joven le cortó.
-Mire, no estoy aquí para perder el tiempo en una clase que no sirve para nada. Creo que debería tomarse en serio sus clases y dejarse de tonterías. Hemos venido aquí para aprender a defendernos, no para saber su vida. Por lo menos a mi no me interesa.
Todo el mundo enmudeció. Zero se había quedado como una estatua, sin moverse, con los brazos cruzados, sentado en el escritorio, mientras Alana le sostenía una dura mirada.
Como si quisiera acabar con aquel momento tan incomodo, el timbre sonó. La chica se levantó súbitamente de la silla, recogió sus cosas y se marchó. Las demás alumnos se fueron levantando y recogiendo los libros lentamente.
-Vaya, que carácter – comentó Zero sin saber que más decir.
Las chicas de la primera fila sonrieron amistosamente a su comentario. Estaba seguro que a partir de ahora esa fila seria la “fila de las fans”. –Está bien, mañana empezaremos el primer tema.
Cuando todos los alumnos se hubieron ido, Zero se sentó exhausto en la silla. Aquel había sido uno de sus peores días. Se había quedado dormido, después llegó tarde a su primera clase, se olvidó los papeles de la lección y una alumna le había llamado incompetente en toda su cara. ¿Seria posible que lo que había intentado evitar en toda su vida se le viniera ahora encima? Siempre procuró ser un excelente alumno y un hijo perfecto. Llegaba puntual a todos los sitios, era muy responsable y nunca se había olvidado de traer ningún libro ni apunte a clase y siempre le habían dicho que era un alumno ejemplar, serio e inteligente. Ese día había cometido todos los fallos que siempre quería evitar. Decidió que lo mejor que podía hacer en ese momento era no pensar en ello. Recogió sus cosas y se dirigió a la sala de profesores. Allí solo se encontraban el profesor Tsukushi y la profesora Greengros. Lo primero que hicieron fue darle los “buenos días” educadamente y después le preguntaron como le había ido su primera clase. Zero, un poco abochornado, terminó contándoles todo.
-No te preocupes – dijo la profesora Greengros divertida en respuesta a la anécdota de su tardanza y el olvido de los papeles – lo mio fue peor. El primer día que di clases aquí, un bulbo selvatien me explotó en toda la cara llenándome de gelatina viscosa. Desde entonces muchos alumnos me llaman bulbo.
-¿Alana hizo eso? – se extraño el profesor Tsukushi frunciendo el ceño.
-Si… era tan… - Zero se lo pensó antes de decirlo – Intimidante.
-No se lo tengas en cuenta. Alana Firesoul era nieta de nuestra antigua directora, Agnes Firesoul. – Claro por eso le había sonado tanto el apellido. – Ha pasado por mucho estos últimos meses. Se enteró de que era bruja, al poco asesinaron a su abuela y el mismo lunático la que quiso matar a ella también. Es normal que esté tan susceptible. Además, uno de sus compañeros desapareció con el ataque del castillo, y los otros dos ahora mismo se encuentran ausentes del colegio por motivos personales. Está bastante sola.
-Ya me imagino.
-Oye, cambiando de tema – Dijo Tsukushi – el próximo fin de semana he quedado con unos amigos en u bar del pueblo para echar una partida de billar, ¿Te apuntas?
-Claro – contestó amistosamente. Miró su reloj. Ya mismo sería la hora de comer, pero quería preparar la clase para el día siguiente. Iba a salir por la puerta cuando se le ocurrió una pregunta – Oíd, me enteré de que el antiguo profesor de magia elemental luchó cuando Alan atacó este colegio. ¿Qué le pasó?
Los dos profesores se le quedaron mirando incapaces de contestar.
-Creo saberlo – dijo mientras daba la vuelta y salía de la sala.
Como no tenía otra cosa mejor que hacer, volvió a la clase a preparar la lección para el próximo día y programar la pizarra eléctrica. La primera vez que había visto el pueblo y el castillo se había imaginado que allí no habría muchos avances y tecnología, pero se había quedado sorprendido al descubrir toda la tecnología que había allí: wifi gratis, sala de ordenadores hasta pizarras electrónicas.
Al rato empezó a sentir hambre y se puso a recoger todo, cuando llamaron a la puerta.
-Adelante – exclamó alzando la voz para que se le escuchara.
-¿Se puede?- Dijo Alana asomando la cabeza
El estomago de Zero dio una vuelco. ¿Había venido a decirle mas cosas?
-Adelante – La invitó intentando controlar su voz.
La chica avanzó tímidamente por el pasillo. Ahora que estaba más calmado quizás no diera tanto miedo como en un principio parecía haberle dado. - ¿En que puedo ayudarte?
-Verás… venía a disculparme con usted. – Explicó mirándole fijamente – Se que mi comportamiento de antes estuvo mal y no debería haberle hablado de esa manera. Mis disculpas.
En su interior, Zero respiró aliviado, por lo menos parecía que se estaba solucionando.
-Disculpas aceptadas. Además se por todo lo que has y estas pasando, me lo contaron los demás profesores.
Ella parpadeó y miró hacia otro lado incomoda.
-Ya… oiga, respecto a eso, no me gusta mucho hablar de lo ocurrido así que, por favor no lo haga.
-Por supuesto - se quedaron un momento callados. Alana iba a darse media vuelta para irse cuando Zero no pudo contenerlo más: -Eres ignomata, ¿no es cierto?
-Si – Alana pareció sorprendida - ¿Cómo lo sabe? ¿Se lo dijeron los profesores?
-No. Lo noto.
-¿Cómo puedes notarlo? – preguntó ahora más interesada.
-Si me hubieras estado atendiendo en clase – vio que sus mejillas enrojecieron levemente, dándolo un toque realmente mono – hubieras sabido que soy experto en magia elemental. Puedo sentir las personas que dominan elementos.
-Usted…
-Por favor no me llames “usted” lo odio, ya lo dije en clase – Le cortó Zero sonriendo
-Como quieras – dijo la chica encogiéndose de hombros.
-¿Sabes? Creo que tu y yo nos llevaremos bien – comentó Zero mientras se levantaba de la silla y se acercaba a Alana – Somos dos personas totalmente distintas.
-Creo haber oido que las personas distintas no se llevan bien – habló sin comprender Alana.
-Pues en mi caso es todo lo contrario. Lo interesante de una conversación es debatir la opinión de dos ideas totalmente distintas. Es fascinante, ¿No estas de acuerdo?
-Pues la verdad es que no lo estoy – dijo Alana sonriendo por fin – con todos los respetos, eres un chico muy raro.
Zero sonrió aun más mostrando sus dientes blancos.
-No soy raro – y levantando una ceja añadió – solo me gusta que me lleven la contraria.

FIN DEL CAPITULO

martes, 26 de junio de 2012


Capitulo 1 -Issues (Escape the Fate)

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Los árboles se movían perezosamente de un lado a otro, entre el suave viento que los mecía. Sus hojas empezaban a adoptar ese color marrón que indicaba la pronta llegada del otoño. Al rededor, los caballos pastaban con tranquilidad por el verde prado, rodeado de colinas llenas de más árboles y una pequeña casa de campo. Más allá se encontraba una pequeña carretera de apenas dos carriles, por la que pasaba algún que otro coche a poca velocidad. Todo en el ambiente desprendía serenidad, propia de la naturaleza.
Repentinamente empezó a oírse un sonido que se percibía cada vez más fuerte, rompiendo la tranquilidad que allí reinaba. Los caballos se irguieron atentos ante aquel inesperado sonido. Algo se acercaba por la carretera a gran velocidad. Una moto de gran cilindrada pasó como una exhalación, formando un escándalo con el tubo de escape. El conductor del vehículo dio un bandazo hacia la derecha metiéndose por unos segundos en el carril contrario, para adelantar al coche que tenía delante suya. Después volvió a acelerar más, alejándose de allí a casi 200 kilómetros por hora. su chaqueta de cuero se le pegaba al pecho por el fuerte aire que venía de frente, y por los finos pantalones negros se filtraba el aire, que hacia que se le pusiera la carne de gallina. En ese momento se arrepintió de no haberse llevado los guantes que se ponía habitualmente para montar en moto, aquél día que llevaba unos guantes cortados, y para rematar la faena se había dejado olvidado el casco en la oficina y el viento le azotaba en la cara y hacía que su corta melena negra se le revolviera. Sin embargo le gustaba conducir su moto, sentir la adrenalina por sus venas y ser libre. Con una sonrisa aceleró aun más, pasando a toda velocidad por un cartel en el que se leía: "Bienvenidos a Landfield".
El chico paró cuando el semáforo se puso en rojo. Suspiró. En la ciudad el problema que había era que no se podía correr demasiado y que había cientos de semáforos, vehículos y peatones. Miró a su alrededor. La carretera continuaba hacia delante, la calle principal, aunque había calles mas pequeñas por la que se podía circular. A los lados grandes aceras con árboles por donde la gente caminaba a paso ligero, sin mirarse la una a la otra. Todos parecían tener prisa, siempre corriendo. Y verjas y rejas de hierro que daban a bonitas casas adosadas de ladrillo rojo de tres pisos. Más allá se encontraba un bonito parque lleno de árboles, con caminos para pasear y montar en bicicleta, con un lago en el centro de este. El semáforo se puso en verde y siguió avanzando. El esquema se repetía, casas, zonas verdes y árboles... giró por una rotonda en la que había una gran estatua de una mujer con alas, sentada en un carro tirado por caballos. Cuando la pasó, los edificios fueron haciéndose cada vez más altos y grandes. Más vehículos circulaban por la calle, un autobús rojo de dos pisos pasó por su lado sin muchos miramientos. Se estaba acercando al centro de la ciudad, que es a donde tenía que ir. Volvió a pararse en otro semáforo y volvió a suspirar. Ni su querido pueblecito, Bänon, ni aquella gran ciudad estaban hechas para su magnífica e imponente Yamaha negra y verde. El joven, aún parado, revolucionó un poco la moto con impaciencia, haciendo que el motor rugiera impaciente. Dos chicas, más o menos de su misma edad, cruzaron por el paso de cebra justo delante de él, observándolo con aquella mirada que ponían las chicas cuando había un tío que les gustaba. El chico sonrió y las saludó con un movimiento de cabeza. Las jóvenes, animadas, le devolvieron el saludo con las manos, mientras una mujer las adelantaba molesta por la lentitud de estas, que entorpecían el ritmo de los demás transeúntes. Cuando el semáforo volvió a cambiar a verde les hizo un guiño de ojos y dio un acelerón, saliendo a toda velocidad, no sin antes advertir la risa histérica que emitían  las dos chicas. De mucho mejor humor, siguió circulando por la carretera principal hasta llegar a su destino. La verdad es que siempre le hacía sentirse mejor con el mismo flirtear y volver locas a las chicas que se agolpaban a su alrededor. Le agradaba  ver como se peleaban por él o discutían entre ellas para ver a cual le había guiñado el ojo. La gente le decía que a eso se le llamaba tenerse lo creído, pero a él le daba igual ser un presuntuoso. Era como era, y aunque cualquier chica desearía estar con él, la única a la que quería y siempre había amado le había dado calabazas en su propia cara... de inmediato apartó aquel pensamiento deprimente de su cabeza. Aparcó la moto y se dio la vuelta para entrar en el edificio. Una muralla se erguía ante él. Era bastante grande, hecha de enormes bloques de ladrillo. La puerta estaba firmemente cerrada para que nadie ajeno allí pudiera pasar. Arriba, encaramadas a la muralla, se disponían una hilera de gárgolas que vigilaban con sus horribles caras a los transeúntes, y justo arriba de la puerta, una pequeña cúpula que tenía en su interior una piedra transparente como el cristal, en un cáliz. La llamaban la luz del caminante, porque durante el día, la piedra cogía la luz del sol y por la noche se encendía, alumbrando todo. El joven cogió una de las aldabas de la puerta y llamó. Al cabo de unos segundos un soldado la abrió y el chico le enseñó el permiso. El soldado sin decir una sola palabra se hizo a un lado y le dejó pasar. Si no fuera por ese permiso que le habían otorgado, no podría haber pasado. Allí solo podían acceder los miembros del ejercito, del gobierno o personal autorizado, como él. Al traspasar las murallas se encontró ante un enorme patio, en el que varios soldados estaban de guardia. En el centro se encontraba una bonita fuente rodeada de césped. Cruzó a paso ligero el patio hasta llegar a las enormes escalinatas de la entrada. Flanqueando la gran puerta, estaban dos guardias armados,mirando al frente. Ésta estaba siempre abierta debido a las constantes idas y venidas de la gente. Justo encima había una inscripción que rezaba: "SI VIS PACEM PARA BELLUM". era el lema de los cazabrujas, que significaba: " si quieres paz, prepárate para la guerra." Sobre la inscripción aparecían tres esculturas de ángeles que sostenían en alto tres espadas, unidas por el filo, y justo arriba, el escudo de los cazabrujas.
- Se ha retrasado, Blackborn- dijo una voz masculina desde la puerta.
Al joven se le dibujó una sonrisa burlona en los labios. Frente a él se hallaba un chico un poco mas bajo que él, de pelo rubio ceniza, unos pequeños ojos verdes y nariz respingona. Llevaba el habitual uniforme de soldado: chaqueta y pantalón de camuflaje negro y gris y unas botas militares.
-Que hay Ronnie- le saludó.
El otro chico se cruzó de brazos mientras le miraba irritado.
-Te he dicho mil veces que no me llames Ronnie, mi nombre es Ronald.-chilló el muchacho rubio indignado dando media vuelta echando a andar por el pasillo.
-Y yo te he dicho un millón más que me llames  Liam, no por mi apellido- contraatacó el joven dándole un suave codazo.- Además, todo el mundo aquí te llama así.
Subieron varios pisos y acabaron en unos pasillos menos concurridos. Pararon un momento, ya que se cruzaron con un teniente y Ronnie tuvo que cuadrarse y saludar a su superior, después siguieron caminando. Liam no entendía por qué tenía un soldado que tomarse tantas molestias en pararse a saludar así a un superior.¿ no podían simplemente pasar y saludarse diciendo: " buenas tardes, mi teniente" o algo así?,¿ y si tenías prisa?, ¿Debías pararte tantas veces? Era una tontería.
- Lo sé- se lamentó el soldado, apenado retomando la conversación.-Todos deberían llamarme por mi apellido como es lo normal... hasta el capitán Steward me llama así, y eso que soy su asistente. Estoy jodido.
- Vamos, no te pongas tan dramático. Te han cogido cariño, eso es todo.- explicó Liam riendo mientras se encogía de hombros y llamaba a una de las puertas.
-O piensan que soy una especie de mascota. Quizás pida un traslado.
Liam iba a contestar cuando la puerta se abrió. En el umbral apareció una mujer joven y atractiva, con el pelo muy largo de color rojo intenso y ojos amarillos de aspecto salvaje.
-Aquí está Blackborn, señorita Wildlook.-informó Ronnie poniéndose de repente extremadamente serio.
-Eso ya lo veo, Ronnie.-contestó ella posando su mirada en Liam- Adentro, los dos.
El soldado entró con cara de mártir, seguido de Liam que andaba con su habitual paso despreocupado. Dentro había una despacho grande, con una mesa en el centro. En ella había muchos papeles desordenados y varios mapas de la zona. Algunas personas estaban sentadas en los sillones que había cerca de una pequeña biblioteca, comentando los documentos que tenían mientras bebían copas de vino. Mas allá el capitán Steward miraba varios documentos en su escritorio. Todos prestaron atención a los recién llegados en cuanto entraron.
- Llegas tarde, ¿en qué estas pensando?-gruñó la chica mientras se sentaba en una de las sillas que había al rededor de la mesa.
- Hola Shawn, yo también me alegro de verte.-saludó Liam con jovialidad.- De verdad, más simpática y no naces.
Todos los que había en la sala se acercaron a la mesa y tomaron asiento, seguramente estaban esperando su llegada.
- Calla y siéntate, si no quieres que te dé una patada en el trasero.-soltó Shawn encendiéndose un cigarro.
El general Odair, un hombre de piel muy morena y extremadamente alto que se sentaba al lado de Shawn, rió a carcajadas.
- Será mejor que hagas lo que te dice muchacho, las mujeres nunca bromean con eso.
Liam le dedicó al superior una sonrisa de complicidad y tomó asiento.
- Bien, ¿lo has traído?-intervino el capitán Steward, que le miraba con su habitual hostilidad.
La verdad era que el capitán no se había olvidado de él y sus amigos, cuando pisaron el ministerio del ejercito, o gobierno, como todos lo llamaban. Y Liam tampoco se había olvidado de él, que había sido el máximo responsable de la torturas de Alana. No le soportaba y con franqueza, el sentimiento era mutuo.
-Por supuesto que lo he traído.-se defendió el chico mientras se desabrochaba la chaqueta y sacaba de su interior un sobre marrón, sellado. A los costados guardaba una pistola y al otro lado, un cuchillo de caza.- Tardé tanto porque ese chiflado no quería darme el sobre. al final tuve que enseñarle el permiso.
- Es normal,- intervino Shawn- la información del sobre es secreto de estado. No puede entregarle algo tan importante a cualquiera.
- De todas formas, te agradecemos los servicios prestados al gobierno.- dijo el coronel Felton- cuando este año acabes tus estudios en Battle Cross e ingreses en el cuerpo pasaras directamente a Cabo, o incluso a Alférez. Aquellos que colaboran con nosotros siempre son recompensados.
Todos los allí presentes asintieron conformes, menos el capitán Steward, que simplemente ignoraba a Liam.
-Algo bueno tenía que tener todo esto, ¿no?-bromeó el chico sin entusiasmo.
Shawn captó el tono de voz del muchacho y le miró fijamente, como preguntándole qué le pasaba. El chico solamente negó con la cabeza, pero ella vio en sus ojos la única causa de estar así. "Alana". No tuvo que decir nada, porque Shawn lo entendió perfectamente. La chica asintió en silencio y retiró la mirada, prestando atención a lo que estaba diciendo el capitán Watson. La verdad es que se había presentado voluntario en el gobierno para poder alejarse de Bänon y todo lo que le recordaba a Alana. En su pueblo sentía que iba a volverse loco, no podía más, así que lo habló con sus padres y con el director de Battle Cross  y estuvieron conformes con la decisión. Por un lado se alejaba de allí y de sus recuerdos, y por el otro el voluntariado afectaba muy positivamente a sus notas en el colegio. Además en el ministerio le habían acogido con los brazos abiertos porque les podía facilitar información muy útil a cerca de Alan, ya que era su hermano y nunca estaba de más una ayudita extra. En todo ese tiempo se había hecho muy amigo de Shawn, ya que coincidían en muchas cosas y siempre le escuchaba y le daba consejos. Se había convertido en alguien muy importante para él y se contaban casi todo. Por eso ella sabía su situación con Alana y lo que sentía. No entendía por qué la chica le había rechazado tan repentinamente, pero de lo que estaba seguro era que ella seguía queriéndole, no sabía explicarlo pero es como si pudiera "sentirlo". Como siempre pasaba cada vez que pensaba en ella, el pecho empezó a arderle allí donde descansaba el colgante que Alana le había devuelto. El candado con la inicial "L". Notó que la garganta y los ojos le abrasaban. En ese momento le entraron ganas de tener frente a él a Alana y gritarle que por qué le hacía aquello. ¿Por qué le torturaba de aquella manera? Repentinamente volvió a la realidad y se dio cuenta de donde estaba y con quién estaba. Con gran dificultad tragó saliva y apartó aquellos pensamientos de su cabeza.
-... con mi secretaria, Blackborn?-oyó decir al general.
Liam parpadeó confuso.
- Perdón ¿ que decía?
- Que si me haría el favor de facilitarnos toda la información que conozca sobre Alan y la organización, para que pueda escribirlo mi secretaria.-repitió pacientemente el militar.- No tenemos tu declaración por escrito y nos es necesaria.
El chico miró a todos los allí presentes con perspicacia.
- Ronnie,-llamó el capitán Steward a su asistente- espera a fuera.
-Si, mi capitán.-obedeció el soldado poniéndose firme. Después de despedirse de todos sus superiores correctamente desapareció por la puerta.
A Ronnie podrían ordenarle que se fuera, pero no a él.
- No.- se negó Liam- Quiero saber qué información hay en ese sobre.
- Lo siento chico, pero es información secreta.- se disculpó el general Odair, mientras le enseñaba una de las hojas en las que estaba sellado con letra roja "información clasificada".
- Pero no es justo, yo he sido quién ha traído...
- Liam, por favor.-intervino Shawn, que le miraba con severidad- No hagas esto más complicado.
Liam le sostuvo la mirada, cabezón,  pero sabiendo lo inflexible que era la chica se dio por vencido.
- Mi secretaria esta allí, junto al escritorio.-le informó el general.
El chico obedeció a regañadientes y se sentó en la silla situada tras el escritorio, alejados de la reunión. De las sombras salió una chica bajita, de pelo castaño y con unas gafas el triple de grandes que sus ojos. Se sentó frente al chico con un portátil y le pidió tímidamente que contestara a sus preguntas.
Como había sospechado, eran las mismas que le habían hecho miles de veces desde que estaba allí, por eso no tuvo problema alguno en responder mecánicamente a las preguntas sin pensar, lo que le vino bien para escuchar fragmentos de la conversación.
-... nueva información acerca de la puerta.- dijo el general Odair.
- Parece ser que según las averiguaciones de nuestro investigador, los miembros de la organización van tras la pista de varios objetos de gran importancia y que al parecer tienen algo que ver con la puerta.-habló el coronel Felton con seriedad- ¿Pero qué objetos?
- Seguramente formarán parte de algún ritual para buscar el paradero de lo que buscan.-opinó Shawn encogiendose de hombros.
-¿Otros localizadores? No lo creo, pensad que ya robaron parte de los planos de Agnes Firesoul, que supuestamente indicaban el paradero de la puerta. Y las informaciones mas recientes de los historiadores apuntan a que robaron la espada del tercer héroe también porque podía revelar la ubicación de ésta.-dijo con apremio el capitán Steward taladrando con sus ojos negros a la joven.
- Entonces, ¿cómo funcionarían? ¿de llaves?- especuló el capitán Watson meditabundo- ¿Y dónde encajan esos trece sabios?
- ¿Saben lo que creo yo, señores?- intervino el general.- Que todo esto es una estupidez y ese grupo de tarados lo único que quieren es llamar la atención. No tiene caso que sigamos investigándolo.
- Pero mi general, aunque sean unos locos hay que pararles. Son peligrosos y ya han matado a mucha gente.-justificó Felton- No podemos arriesgarnos.
- Hay mas personal encargándose del caso.
- Pero la puerta...- empezó Steward contrariado.
- Capitán.-cortó el general visiblemente irritado- ¿De verdad cree que esa puerta existe? Sólo son leyendas baratas, por dios.¿Qué es eso?¿A dónde lleva esa puerta? ¿Al cielo? ¿A los infiernos? Por favor, no me haga reír. No sé lo que puede haber allí tan importante.
Todos callaron. El capitán Steward estaba rojo de la rabia, pero lógicamente no podía protestar a un alto cargo. Tras un breve silencio Shawn dijo:
- Estoy de acuerdo con el general Odair. No creo que este caso sea tan importante como el que ha sucedido recientemente.
- Algo importante debe de haber, aunque sean unos locos no creo que solo lo hagan por hacerlo.-insistió el hombre.
- Capitán.-gritó Odair enfadado- Le ordeno que deje ya de hablar de eso. Esa estúpida puerta no es importante, debemos centrar nuestra atención en los asesinatos de cazabrujas que están teniendo lugar.
- Según el informe,-intervino Watson- ya hay seis de los nuestros asesinados en apenas dos semanas. Todo indica a que han sido brujos, pero ellos lo niegan.
- Bien, creo que deberíamos seguir estos asuntos en privado.- abrevió el alto mando mirando a Shawn y a Liam, quién apartó la vista algo avergonzado- Señorita Wildlook quiero que vaya a las afueras de la ciudad, a esta zona.-le dio un mapa- Hace un rato mandamos dos agentes y todavía no han vuelto.
- Como usted diga.- Shawn se levantó y fue hacia la puerta, pero se volvió para mirar a Liam, haciéndole un gesto para que le siguiera.
El chico, reaccionando por fin se despidió de todos los presentes y abandonó la sala. Shawn tardó unos segundos mas en salir, ya que al parecer, le habían dicho algo mas. Liam seguía cavilando todo lo escuchado cuando se dio cuenta de que Ronnie permanecía en el pasillo, obediente.
- ¿Cómo os ha ido?- preguntó ceremoniosamente. 
Shawn, sin muchos miramientos, cogió a ambos chicos por las chaquetas y los arrastró hacia la calle.
- Señorita Wildlook,-exclamó Ronnie intentando resistirse, en realidad Shawn era mas fuerte de lo que aparentaba- no me puedo mover de la puerta, el capitán...
- El capitán Steward ordenó que vinieras con nosotros.-le acalló ella.
Visiblemente mas relajado, Ronnie se quedó conforme con la explicación y dejó de debatirse. Ante esto la chica le soltó, aunque seguía llevando a rastras a Liam. Cuando salieron a la calle, la muchacha les guió hasta un todoterreno aparcado en la acera.
- ¿Puedes soltarme ya? No me arrastres como un niño pequeño.
Sin decir una sola palabra, abrió la puerta del copiloto y arrojó a Liam al interior sin muchos miramientos. Ronnie se sentó apresuradamente en el asiento trasero, antes de que le hiciera lo mismo a él. Arrancó el coche y salió repentinamente a la carretera, cortando el camino a otro coche que tuvo que dar un frenazo. El conductor del vehículo le pitó, mientras con la mano le hacía un gesto obsceno.
- ¿Pero a ti que demonios te pasa hoy?- le recriminó Liam molesto por la forma de conducir y de comportarse de la chica.
Estaba preparado para oír alguna grosería, pero no para oír lo que Shawn le soltó.
- Me ha venido la regla, estoy de mal humor.
Los dos chicos al oír aquello se pusieron rojos y apartaron la mirada incómodos. La verdad, siempre le habían incomodado aquellos temas de chicas, pensaba que era algo que los tíos, nunca llegarían a entender.
- La próxima vez que te vea de este humor no preguntaré.-Respondió el chico mirando por la ventana. Se estaban alejando del centro, aunque tardarían unos quince minutos en salir de la ciudad.
Desde ese momento ninguno de los tres habló de nuevo. Ronnie se la pasó todo el trayecto mirando por la ventana, mientras que Shawn miraba al frente, concentrada en la conducción. Iba a empezar ha hablar de cualquier tontería para iniciar una conversación cuando Shawn se le adelantó.
- ¿Que te ha parecido la reunión?- le preguntó al chico.
- No sé de lo que me hablas.- respondió Liam haciéndose el tonto.
Shawn soltó una carcajada.
- Vamos Liam, te conozco y se que escuchaste todo.
- ¿Has escuchado una conversación privada?- exclamó Ronnie escandalizado.
- Si, lo hice.-soltó Liam mostrado una sonrisa descarada, aunque después se puso serio- Y me parece que le están dando poca importancia al asunto. No se, eso de los asesinatos es serio, pero lo otro también.
- No veo en qué. Como dijo el general, son unos locos que lo único que buscan es llamar la atención. No tiene mas vuelta de hoja.
- Yo no estoy tan seguro,-insistió él- y te diré por qué. Veamos, no conozco mucho esa organización, pero sí a tres de sus cabecillas. En primer lugar, mi hermano Alan. Puede que esté desequilibrado mentalmente en algunos aspectos... pero no es estúpido. Lleva muchos años allí y mi hermano no es de los que pierden el tiempo precisamente. La segunda de la lista es mi ex amiga Ashley. No es que sea la chica mas lista del mundo, pero sinceramente, no la veo entrando en un grupo de chiflados por gusto. Lo que nos lleva al último. Tayson Moreno, es amigo de Alana. No le conocí mucho, pero sé de buena tinta que es extremadamente inteligente y responsable. Él es la clave. ¿Crees que un tío así de listo, que busca poder, va a perder su tiempo en algo que no existe? Claro que no. No sé la importancia que tiene esa puerta o si es una metáfora, lo único  que sé es que para que gente así se tome tantas molestias debe de haber algo gordo. Ya se sabe, cuando el río suena, agua lleva.- concluyó satisfecho.
Shawn asintió con una sonrisita de suficiencia.
- Buena deducción, Holmes.- bromeó- La verdad es que quería escuchar tu opinión. Ya hemos llegado.- dijo mientras paraba el coche. Los tres se bajaron del vehículo y miraron a su alrededor. Un gran campo se extendía ante ellos, con montañas y colinas a lo lejos. A su lado había una casa abandonada y con el techo completamente destruido.
- Aquí no hay nadie- dijo sin mucho entusiasmo Ronnie.
- Seguro que están en algún bar perdiendo el tiempo-siseó Shawn cruzándose de brazos.- Como los coja...
-¿Y si damos una vuelta a la casa? A lo mejor está por ahí.-sugirió el chico.
Los otros dos estuvieron conformes. Giraron la esquina. allí no había nada. Pero cuando giraron la segunda... a unos sietes metros se hallaban dos cuerpos en el suelo. Uno tenía un puñal clavado en el pecho, en medio de un charco de sangre. El segundo, más allá, no tenía heridas, pero la piel empezaba a adoptar un color negro muy desagradable. Eran los agentes. Al lado había tres hombres, dos con el pelo negro y otro de color azul eléctrico. Llevaban unas túnicas moradas y hablaban nerviosamente entre sí.
- ¡Eh, vosotros!-gritó Shawn. Los hombres se dieron la vuelta sorprendidos y echaron a correr en dirección contraria. Los tres inmediatamente empezaron a perseguir a los sospechosos.
- Ronnie, quédate aquí y comprueba si sigue alguno vivo.-oyó decir a Shawn, que corría justo detrás de él.
Estaban acortando la distancia con los asesinos cuando uno de ellos se dio la vuelta y lanzó una onda de energía. Liam consiguió esquivarlo, pero le dio en la pierna a Shawn. Esta cayó al suelo con un grito de dolor. El muchacho se paró para ayudarla pero ella le gritó:
- No te pares, estoy bien. Coge a esos cabrones sino quieres que me enfade.
Liam asintió y empezó a correr de nuevo tras aquellos hombres. Cuando giró la esquina, lo primero que vio fue el gran portal que habían creado los brujos. Era grande y brillante... No tenía tiempo que perder, si cruzaban les perdería la pista, ya que les podía llevar a cualquier parte del mundo. Sin pensárselo,  sacó de su chaqueta el cuchillo y lo lanzó con todas sus fuerzas. Éste giró sobre sí mismo varias veces y después se clavó en el suelo, agarrando un trozo de túnica de unos de los hombres. El brujo cayó al suelo de bruces, mientras los otros dos cruzaban el portal, que cada vez se hacía mas pequeño. El asesino se deshizo del cuchillo que lo aprisionaba y se puso en pie, pero Liam ya lo había alcanzado. Le cogió de la parte posterior y tiró de él hacia atrás. El brujo le lanzó una fuerte patada al costado, pero el chico, que tenía buenos reflejos, lo esquivó sin problemas. El desconocido volvió a atacar, esta vez intentó con un poco de magia contenida en su puño y nuevamente Liam  paró el golpe. Si no hubiese llevado ni muñequeras ni espinilleras especiales con runas arcanas que repelían la magia, en ese momento aquel hombre le habría dejado K.O. por suerte se las había puesto. Con facilidad, Liam cogió por el brazo a su adversario, inmovilizándolo. Después le dio un rodillazo en el estómago y le lanzó contra la pared. El hombre chocó contra esta y cayó al suelo, pero antes de que pudiera reaccionar, Liam le cogió de la parte delantera de la túnica y lo subió,quedando cara a cara. El chico le iba a preguntar quién era, pero al verle la cara algo en su memoria le cosquilleó.
-¿Nos conocemos?-le preguntó entrecerrando los ojos. Tenía la sensación de haberlo visto antes...
El hombre, mirándole con desprecio, le dijo algo en otra lengua. Latín. Liam rió. Conocía perfectamente el latín.
- No te servirá de nada maldecirme. Habla.-le gritó- ¿Por qué habéis matado a esos agentes?¿Quién te envía?- En ese momento el portal se cerró.
- Antes muerto que decirte algo.- dijo el brujo con un acento extranjero. Después dijo otras palabras, esta vez en un idioma que no comprendía. El hombre empezó a temblar. La cara comenzó a agrietarse le y antes de que el chico pudiera reaccionar, se convirtió en cenizas.
 Liam, que seguía sosteniendo la túnica, la soltó y retrocedió precipitadamente.
-¿Pero qué...?- murmuró sin poder creerlo.
A sus espaldas se oyó  como alguien se acercaba. a los pocos segundos, Shawn apareció cojeando un poco junto con Ronnie.
- ¿Qué ha pasado?
Liam tardó unos minutos en contestar.
- Se... se ha suicidado.-respondió incrédulo.
La muchacha se acercó al montón de cenizas y cogió la túnica. Liam notó que se ponía tensa.
- Maldita sea, esto es serio.-exclamó preocupada dando vueltas con nerviosismo.
- ¿Por qué?-preguntó Ronnie.
- ¿Ves esto?-explicó Shawn enseñándole una especie de escudo que había colgado en la prenda- Es la insignia del gobierno de los brujos. De los praefecti. Hasta ahora no teníamos pruebas sólidas que apoyaran las acusaciones contra ese gobierno, pero esto... esto no le va a gustar nada a los superiores.- sacó el móvil de su bolsillo y llamó por teléfono a alguien, seguramente al general Odair.
Liam volvió la vista hacia el montoncito de cenizas que poco a poco se las llevaba el viento. Esa cara... ¿Dónde la había visto antes?... Entonces se acordó. En aquel hotel, con Alana y los demás. A la mañana siguiente iban a ir al gobierno, pero esa noche los encapuchados de Alan les atacaron. aquel hombres se parecía mucho a uno de los atacantes, aunque no estaba del todo seguro. ¿Que hacía alguien de la organización en el gobierno de los brujos? ¿Qué significaba aquello?
Otro recuerdo, mucho más reciente que el otro, le vino a la memoria. Escuchó las palabras del general Odair:
-"Esa estúpida puerta no es importante, debemos centrar nuestra atención en los asesinatos..."
Tardó unos segundos en atar todos los cabos. Sintió como algo dentro de su cabeza hacía un "click". Todos los engranajes encajaban.
- Por supuesto.-exclamó Liam emocionado- ¿Cómo no se dio nadie cuenta antes?
Shawn ,que al parecer ya había dejado de hablar por teléfono, y Ronnie le miraron extrañaros.
- ¿Que te pasa?
- La organización y los asesinatos, están conectados.-explicó el chico precipitadamente- Quieren distraernos.
- ¿Que quieres decir?- Shawn entrecerró los ojos.
- Los asesinatos son una distracción.- y cuando volvió a repetirlo supo con seguridad que estaba en lo cierto- Es un señuelo.

FIN DEL PRIMER CAPI
Que pasa a todo el mundo!!
HEMOS VUELTO!!! (chan chan chan!)
Pues nada, después de un año sabático (relativamente) hemos vuelto a la carga con la segunda parte de esta historia, que por lo que nos han dicho, está gustando (yujuuuuuuuuuu).
Lo primero de todo, queremos agradeceros que nos leáis, porque sino, no podríamos seguir teniendo este blog (en realidad si, pero pa' qué xD), y también queremos deciros que esta historia será un poquito más larga e interesante ;)
Bueno queríamos agradecer también al señor Gomi por hacernos de crítico, corrector y el que hace sugerencias y criticas crueles (siempre desde el cariño xD)
Y bueno, os dejamos con este primer capítulo, que esperamos os guste mucho =D
Saludos!!